Los socialcristianos creemos en:
En la comunidad. Tenemos una concepción orgánica de la sociedad, es decir, que es fruto de la naturaleza humana y no debe ser oprimida sino preservada en sus múltiples expresiones cívicas.
En el pluralismo. Entendemos que en la sociedad hay grupos intermedios que contribuyen desde su pluralidad al buen desarrollo de la vida común y cuya libertad debe ser cuidada.
En el personalismo. Rechazamos las visiones materialistas del ser humano. La persona humana tiene no solo una dimensión material, sino también una dimensión espiritual que cultivar.
Que el Estado es un mecanismo concebido para regular la vida en sociedad administrando justicia de acuerdo a los principios anteriores, y no puede convertirse en un mecanismo deshumanizador.
Que el mercado es un aspecto admisible de la sociedad siempre y cuando se administre de tal manera que traiga riqueza y prosperidad a toda la sociedad, y no únicamente a un grupo particular.
Que, en términos institucionales, las iglesias deben mantenerse separadas del Estado. Se requieren iglesias libres en un Estado libre.
Que el camino para construir una sociedad desde los fundamentos cristianos no es una teocracia, sino una fe pública en la cual se comprenda que los cristianos son una fracción de la sociedad, y no toda ella.
Que los extremos no conducen sino al conflicto irreconciliable, cuyo fin es el quiebre de la comunidad y, por tanto, la perdida de la paz, sin la cual es imposible cualquier progreso.
En el bien común. Rechazamos el individualismo liberal y el colectivismo porque ambos intentan imponer un interés por sobre otro. El bien común consiste en entender que todos los sectores de la sociedad deben convivir en armonía, para lo cual se requiere justicia pero también equidad.
Los socialcristianos creemos en:
En la comunidad. Tenemos una concepción orgánica de la sociedad, es decir, que es fruto de la naturaleza humana y no debe ser oprimida sino preservada en sus múltiples expresiones cívicas.
En el pluralismo. Entendemos que en la sociedad hay grupos intermedios que contribuyen desde su pluralidad al buen desarrollo de la vida común y cuya libertad debe ser cuidada.
En el personalismo. Rechazamos las visiones materialistas del ser humano. La persona humana tiene no solo una dimensión material, sino también una dimensión espiritual que cultivar.
Que el Estado es un mecanismo concebido para regular la vida en sociedad administrando justicia de acuerdo a los principios anteriores, y no puede convertirse en un mecanismo deshumanizador.
Que el mercado es un aspecto admisible de la sociedad siempre y cuando se administre de tal manera que traiga riqueza y prosperidad a toda la sociedad, y no únicamente a un grupo particular.
Que, en términos institucionales, las iglesias deben mantenerse separadas del Estado. Se requieren iglesias libres en un Estado libre.
Que el camino para construir una sociedad desde los fundamentos cristianos no es una teocracia, sino una fe pública en la cual se comprenda que los cristianos son una fracción de la sociedad, y no toda ella.
Que los extremos no conducen sino al conflicto irreconciliable, cuyo fin es el quiebre de la comunidad y, por tanto, la perdida de la paz, sin la cual es imposible cualquier progreso.
En el bien común. Rechazamos el individualismo liberal y el colectivismo porque ambos intentan imponer un interés por sobre otro. El bien común consiste en entender que todos los sectores de la sociedad deben convivir en armonía, para lo cual se requiere justicia pero también equidad.